Reflexión sobre la Cultura e Identidad Hispana

Marina Mejía 

Professor Guadano 

Span 323

17 de octubre de 2024

A lo largo de estas primeras siete semanas del curso de SPAN 323, hemos explorado una amplia gama de temas interconectados que han ampliado mi comprensión de las culturas e identidades hispanas. Estos temas han demostrado cómo factores como la geografía, la historia, la lengua, la economía y el trabajo interactúan en el desarrollo de dichas identidades, tanto a nivel local como global. Cada uno de estos elementos no solo define a las comunidades hispanohablantes, sino que también juega un papel esencial en cómo estas comunidades se ven a sí mismas y son percibidas en el mundo. A través de las lecturas, los análisis y las discusiones en clase, he llegado a entender cómo estas dimensiones están profundamente entrelazadas, formando la base de las identidades complejas que observamos hoy. En esta reflexión, quiero profundizar en esta interrelación, conectándola con mi experiencia personal como hablante de herencia de primera generación y estudiante.

Uno de los aspectos más reveladores ha sido el papel crucial de la geografía en la configuración de las identidades culturales y económicas en América Latina. En Todas las voces: Curso de cultura y civilización, se discute cómo las comunidades agrícolas en los Andes han logrado preservar técnicas de cultivo ancestrales debido al aislamiento geográfico, lo que les ha permitido mantener una conexión profunda con su entorno y herencia cultural (Todas las voces, p. 27). Este ejemplo resalta cómo la geografía puede proteger tradiciones que en otros contextos más globalizados podrían desaparecer. Por otro lado, las zonas costeras, descritas en las mismas lecturas, muestran cómo el acceso al comercio internacional fomenta una mezcla de culturas y una mayor interacción económica (p. 28). Estos dos ejemplos subrayan cómo los entornos físicos no solo influyen en la economía, sino que también moldean las prácticas culturales.

Además, me llamó la atención la forma en que la geografía afecta las migraciones internas y externas en América Latina. En las lecturas sobre los movimientos de población (p. 35), se destacó cómo las zonas rurales experimentan una migración hacia centros urbanos en busca de mejores oportunidades económicas. Esta realidad no solo transforma las dinámicas sociales y laborales, sino que también genera un intercambio cultural entre comunidades rurales y urbanas. Reflexionando sobre esto, veo paralelismos con mi propia familia, ya que aunque vivimos en los Estados Unidos, nuestras raíces están en el contexto rural de El Salvador. La conexión con la tierra y las tradiciones es algo que mi familia ha preservado, y veo esta resiliencia cultural como una forma de resistencia frente a la asimilación.

La historia, otro tema central, también desempeña un papel determinante en la formación de las identidades hispanas. En Todas las voces, se discute cómo la colonización por parte de las potencias europeas impuso estructuras económicas y sociales que todavía persisten (pp. 22-24). La explotación de recursos naturales durante la colonización configuró economías dependientes de la agricultura y la minería, sistemas que todavía hoy afectan a las comunidades de la región. Las lecturas también explican cómo la introducción de nuevas religiones y lenguas creó un impacto cultural duradero (p. 23). Estas ideas me ayudaron a conectar el pasado con los retos actuales que enfrenta América Latina, como la desigualdad económica y la dependencia de exportaciones agrícolas.

Para mí, este entendimiento tiene una resonancia personal, ya que explica en parte por qué mi familia emigró de El Salvador. Las oportunidades económicas eran limitadas debido a estas mismas estructuras heredadas del período colonial. Reflexionar sobre esto me ha permitido apreciar más profundamente el sacrificio de mi familia y su esfuerzo por crear nuevas oportunidades en los Estados Unidos, al mismo tiempo que preservaban sus tradiciones y valores culturales. También me ha hecho consciente de que la historia no es algo estático; sus efectos se sienten a diario en las experiencias de las comunidades hispanohablantes, tanto en sus países de origen como en la diáspora.

Otro tema fascinante ha sido el impacto de la lengua en la construcción de las identidades hispanas. En Todas las voces, se destaca cómo las lenguas indígenas han sobrevivido a pesar de siglos de colonización, y cómo estas lenguas representan una forma de resistencia cultural (p. 25). Un caso notable es Paraguay, donde el guaraní y el español coexisten como idiomas oficiales, subrayando la importancia de preservar las lenguas originarias. Sin embargo, como también se menciona, estas lenguas suelen estar asociadas con comunidades marginadas, especialmente en áreas rurales donde el acceso a recursos es limitado. Por otro lado, las lecturas sobre préstamos lingüísticos en entornos urbanos (p. 30) explican cómo el español adopta vocabulario de otras lenguas debido a la influencia de la globalización.

En mi familia, el español siempre ha sido un vínculo con nuestras raíces culturales. Sin embargo, crecer en los Estados Unidos también significó adaptarme al inglés como idioma dominante. Esta dualidad lingüística refleja una identidad híbrida: mientras el español conecta a mi familia con nuestras tradiciones, el inglés simboliza nuestra adaptación y progreso en un nuevo entorno. Valoro profundamente esta coexistencia, ya que me permite navegar entre dos mundos y comprender las luchas de otras comunidades hispanohablantes que también preservan su idioma frente a presiones externas.

Finalmente, las lecturas sobre el trabajo y la economía ofrecieron una perspectiva profunda sobre cómo estas dimensiones moldean la identidad cultural. En particular, el análisis de la economía informal en América Latina en Todas las voces destaca cómo actividades como el comercio ambulante no solo proporcionan sustento económico, sino también un sentido de pertenencia social y cultural (p. 29). Este punto me recordó las historias de mi madre sobre cómo en El Salvador los mercados no solo eran lugares de intercambio económico, sino también espacios comunitarios donde se transmitían tradiciones y valores. Este concepto se aplica incluso en la vida de los inmigrantes, ya que muchas familias latinas en los Estados Unidos continúan operando pequeños negocios como una forma de mantener sus raíces culturales mientras contribuyen a sus comunidades locales.

Al reflexionar sobre todo lo aprendido durante estas semanas, me doy cuenta de que los materiales del curso han transformado mi percepción de las culturas hispanohablantes. Antes veía estas culturas como relativamente homogéneas, pero ahora entiendo que son el resultado de una interacción compleja entre la historia, la geografía, la lengua y la economía. Este curso me ha hecho consciente de la importancia de las relaciones interculturales y de cómo estas influyen tanto en la formación de identidades como en nuestra capacidad para empatizar con otras comunidades.

Como hablante de herencia de primera generación, estas reflexiones también me han llevado a valorar más mi propia identidad. Reconozco que mi conexión con mis raíces salvadoreñas no solo es una fuente de orgullo, sino también una responsabilidad: preservar las tradiciones, comprender el pasado y enfrentar los retos del presente con una perspectiva culturalmente consciente. Este aprendizaje no solo ha enriquecido mi vida académica, sino que también me ha preparado para interactuar de manera más empática con personas de diversos orígenes culturales. En un mundo cada vez más globalizado, creo que esta capacidad de entender y apreciar las diferencias culturales será una herramienta invaluable tanto en mi vida personal como en mi futura carrera profesional.

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